Tomado de la Universidad Externado de Colombia
Acta de la Revolución de 1810: de documento a monumento
Se exponen “las Actas” de la Independencia, luego de su intervención
El acta original de la Independencia de Colombia, aquella se que escribió en la madrugada del 21 de julio de 1810 según se cuenta “en un humilde cuaderno” se perdió, probablemente para siempre. No así la alegoría de esa primera declaración que luego fue objeto de múltiples copias, elaboradas con técnicas diversas y con variaciones en la iconografía.
El proyecto denominado Tras las huellas del acta –que estudia esos documentos como piezas del patrimonio cultural colombiano– comenzó a desarrollarse en 2009 por el grupo de investigación Conservación del Patrimonio Cultural (inscrito en Colciencias) de la Facultad de Estudios del Patrimonio del Externado y su Laboratorio de Ciencias de la Conservación, luego de la aparición de una de las actas que pretendía ser “única y original”.
Como resultado del proyecto de investigación – conservación – restauración, cinco de estas actas –tres de ellas intervenidas por la Facultad de Estudios del Patrimonio del Externado– son expuestas desde el 19 de julio en la Casa Museo de la Independencia (Casa del Florero). La exposición, que busca proyectar y generar debate sobre el significado cultural de los documentos –ubicados en instituciones y colecciones privadas– es organizada por el Ministerio de Cultura, El Externado de Colombia y la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
La primera alegoría del “Acta de la Revolución del 20 de Julio de 1810”, fue diseñada en 1849 por el dibujante y calígrafo Simón José Cárdenas; a partir de este dibujo, el comerciante Rafael Duque Uribe decide realizar una edición seriada en los talleres de Lemercier en París, hacia 1850, para la venta al público. El dibujo de Cárdenas desaparece en la capital francesa. De esta manera, la primera impresión litográfica adquiere un gran valor y se convierte en símbolo de la Independencia de Colombia. Los ejemplares tienen diferencias decorativas que permiten suponer una intención de adornar y quizás elevar el documento a la categoría de obra de arte.
Una tercera acta se imprime en Bogotá en 1910 en la Imprenta de Medina al tiempo con una copia de la alegoría de 1850, elaborada en Alemania por Víctor Sperling, para el Centenario de la Independencia. Un ejemplar de esta última aparece dentro de la urna centenaria el 20 de julio de 2010. En 1952 el Banco de la República, realiza una reedición de la versión de Sperling.
La caracterización de las actas, explican los investigadores, “no se limitó al aspecto material de los ejemplares sino más bien, a una comprensión de esa materialidad a partir de otros elementos (históricos, estéticos, políticos)” que resultaron esenciales para establecer cuáles son sus significados culturales, como objetos “fundacionales”, o “monumentos”.
Hallazgos de la investigación, como el hecho de que el dibujante Cárdenas haya excluido las rúbricas de 15 firmantes originales del acta y adicionado las de otros próceres de la Patria –no firmantes– entre ellos a su propio padre, hablan por sí solos. La lista de suscriptores de la litografía hecha en París, nos refiere a una “mercancía, refinada y generadora de status, con un valor comercial independiente del valor patriótico que podría tener en esos momentos”.
Lo que se incluye, lo que se omite, lo que se colorea, la cantidad de copias y el destino que se les da a las actas, todo, adquiere un significado. Además, los resultados del trabajo se convierten en una útil herramienta para estudiar otras alegorías que continuarán apareciendo del fondo del baúl de los recuerdos, cada 20 de julio.
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